Coca: murallas y jardines

Si no tiene alguna noticia previa, el viajero que llegue a Coca por la carretera de Segovia se sorprenderá al verse ante unas fortificaciones que, a pesar del deterioro causado en ellas por el inmisericorde paso de los siglos, permiten hacerse una idea del esplendor que la Villa debió alcanzar en la época medieval.

Primero, la imponente puerta de acceso y cuatro torres almenadas, resto de lo que fue recia muralla; luego, una inigualable joya arquitectónica del gótico de ladrillo, el castillo que sus propietarios, los duques de Alba, cedieron al Estado por un siglo en acuerdo firmado el año 1954. Aunque descabalado y en progresiva ruina, fue posible restaurarlo para que pudiera ser la sede de una Escuela de Capataces Forestales, creada por el Ministerio de Agricultura.

3. daniel zuloaga en mula

Un fino y elegante articulista, Eugenio Noel, escribía en 1922 comentando una fotografía en la que Daniel Zuloaga, jinete sobre una mula, mira hacia la fortaleza: «Esta fotografía es tristemente curiosa. Don Daniel Zuloaga, el gran alfarero, contempla el castillo señorial de los Fonsecas, hundiéndose en la tierra, en la arena. El incomparable edificio se hunde. El que esto escribe, lo contemplaba cierta tarde, y cada minuto parecía que cedía al peso del abandono. Otros castillos se desmoronan; otros sirven de refugio a gitanos y trashumantes; este corre el peligro de desaparecer ocultado por la tierra que un día dominó o protegió a su modo, sepultado por la tierra que debía enaltecer su construcción mudéjar incomparable».

La vista con la que hoy nos topamos es muy distinta. Y lo que ha trocado la adustez de este espacio en el que se alzan castillo y murallas por la más riente imagen actual ha sido la jardinería, actividad no muy frecuente en esta seca y árida Castilla pero que, con dedicación y empeño, alcanza logros.

El proceso fue así: entre la puerta de la Villa y el castillo hay una explanada que estuvo parcialmente poblada de olmos, plantados en el siglo XVIII y destruidos por la grafiosis; y a mediados del siglo XX se trazó en ella un alegre jardín de aire andaluz, formado por un parterre largo y estrecho, adaptado al espacio, dividido en varios tramos y dotado de enrejados de hierro para rosales trepadores, bancos, fuentes de azulejos con surtidores, setos de aligustre y flores de temporada, todo encajado entre una calle arbolada y un vallejo que en su día acogió un complejo deportivo.

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El ajardinamiento había comenzado al tiempo que se empezó la restauración del castillo y recibió el impulso definitivo el año 1959, cuando las autoridades convocaron el I Concurso Provincial de Embellecimiento de Pueblos, en el que Coca fue elegido «como el pueblo que mejor había cuidado los accesos a monumentos de carácter histórico, para que optase al Premio Nacional que concedía la Dirección General de Bellas Artes».

Desde entonces, aunque en forma pausada, la acción municipal se ha mantenido. Y si el viajero conoció el espacio anteriormente, hoy apenas lo reconocería viendo amplios mantos de flores o paños de  fresco césped salpicados de colores, brillantes de primavera a otoño, donde antes hubo un sequeral, dominio de cardos y de una rala capa de hierba que los primeros calores de junio ya vencían y agostaban.

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A la izquierda de esa puerta, al pie del muro que durante mucho tiempo hizo de frontón para el juego de pelota, hay otro ajardinamiento, a veces con el escudo de la Villa dibujado con flores, en torno a dos toscos verracos celtibéricos; y al otro lado de la carretera, una rosaleda alineada con ella en la calle Emperador Teodosio.

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Por último, sirviendo de alfombra al castillo por su fachada meridional, un buen trozo de la tierra arenosa que según Eugenio Noel amenazaba con tragárselo, se ha dividido en cuatro sectores mediante senderos que permiten un fácil recorrido; y los cuatro contribuyen a dar otra imagen, ni mejor ni peor, distinta de la que hubo, con un césped sobre el que resaltan los colores de los adornos florales que se renuevan todos los años al comenzar la temporada.

Digo ni mejor ni peor porque nos han hablado tanto de la adustez castellana, de nuestro enraizamiento sobre paisajes sobrios, que estoy por decir, respondiendo a un complejo de erudición, que a mí me gustaba más la vieja estampa, con el castillo sirviendo de corona a uno de nuestros ásperos herbazales, pero no puedo. Prefiero aplaudir el esfuerzo que los regidores de la Villa vienen haciendo para alegrar el paisaje con este ¿pálido? reflejo de los jardines que embellecen los afamados castillos del Loire, en la dulce Francia regada por el cielo.

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El título de este blog, porunasegoviamasverde.com, trata de estimular el respeto hacia nuestro mundo vegetal y de animar a que se tomen iniciativas para potenciarlo, algo que pasa por recordar, si son conocidos, a quienes se deben las existentes.

Cuando yo vi por primera vez el jardín y el recinto deportivo construido en el hondón, con capacidad para 5.000 espectadores para un pueblo que entonces no llegaría a los 1.500 habitantes, le pregunté a un vecino que acertó a pasar por allí que quién había hecho aquello y su respuesta, entre jocosa y no muy bien intencionada, fue de este tenor:

-El alcalde Arturo Acosta, pero no a costa de su bolsillo sino a costa de los dineros de todo el pueblo.

El alcalde Arturo Acosta. ¿Sería un despilfarrador de los dineros públicos o el último que en Coca se atrevió a soñar a lo grande?

3 Comments

  1. ¡Qué bonito leer todo esto! Me encanta la descripción, he disfrutado muchísimo con el relato y es fantástica la intención del blog de apreciar lo que ya hay.
    Mil gracias una vez más

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