Palmeras en Segovia (2)

Algunos de quienes leyeron el enlace https://porunasegoviamasverde.wordpress.com/2019/11/07/palmeras-en-segovia/ me comunicaron la existencia de ejemplares perdidos y de algunos más que yo desconocía o que había olvidado. Y amigos hubo -Juan José Bueno, Juan Pedro Velasco-, que me pasaron fotografías para que las utilizara en el caso de que hiciera otra entrada sobre ellas.

Yo no había pretendido hacer una relación de todas las que hubo y hay pero… Atendiendo a la última indicación, decidí escribirla y para darle un contenido más o menos interesante, o simplemente curioso, me planteé investigar sobre cómo y cuándo llegaron las palmeras a Segovia.

Y resulta que la búsqueda me llevó al siglo XII y a la iglesia románica de Sotillo, donde un anónimo escultor labró dos metopas con sendas palmeras en distintos momentos de su desarrollo. Las palmeras, la portada lobulada de la iglesia y la figura de un dromedario esculpida en una tercera metopa nos hablan de un artista que había conocido, Dios sabe en qué forma y manera, el norte de África y que nos quiso contar algo de lo que allí vio.

Luego encontré a un artista flamenco del siglo XVI, Jan Cornelisz Vermeyen, que vino a España el año 1523 acompañando a Carlos I. Debería hacer la crónica gráfica de la expedición que el emperador dirigía contra Túnez y, de su paso por Segovia, nos queda el primer grabado que conocemos con una imagen bastante fiel de la parte de la ciudad en la que está el acueducto, por más que, detrás do lo que hoy es el famoso Mesón de Cándido, dibujara tres palmeras. Un nuevo salto en el tiempo me permitió alcanzar el siglo XIX y encontrar una estampa, obra de dos belgas, el dibujante Vanderhech y el grabador Pannemaker, que nos dejaron otra vista de la ciudad con la plaza de toros delante y, en el lado opuesto, tres palmeras perfectamente identificables.

Ninguno de aquellos artistas del pasado pudo ver en Segovia las palmeras que representaron, reconocibles como datileras –Phoenix dactylifera– que aquí, donde tan crudos y fríos son los inviernos, no pueden vivir.

Fueron introducidas a finales del siglo XIX y desde cualquiera que fuese su lugar de entrada, se extendieron poco a poco, y poco a pesar de su gracia, por jardines públicos y privados.

La que sigue es una relación, acompañada de imágenes, de las que no llevé al enlace anterior. Se la ofrezco de manera especial a quienes, de cuantos me leen, viven en Segovia para que, cuando acabe la catorcena -no cuarentena pues son catorce días y no cuarenta- de confinamiento domiciliario paseen por las calles de la ciudad con gozo renovado al encuentro con nuestras palmeras, ya saben, del género Trachicarpus.

Siguen siendo algo exótico pero, seguramente por ello, las miradas que atraen son muchas.

5 Comments

    1. Pues sabrás que ese era uno de mis objetivos. Que todos los que me leyeran miraran con atención ese hermoso mundo vegetal que nos rodea. Me alegra lo que me dices.

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  1. Qué curiosos los grabados con palmeras. Está claro que los artistas recreaban. y nunca me había fijado que había tantas palmeras en Segovia. Efectivamente merece la pena un recorrido para verlas todas… cuando podamos volver a pasear.

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