Cedros: de La Granja a Segovia

Son muchos los lugares de la provincia de Segovia que, de un tiempo a esta parte, embellecen rincones y perfiles con la silueta, majestuosa a la vez que frágil, de uno o varios cedros, por más que la historia de estos árboles entre nosotros sea bastante reciente, pues sólo llegaron en 1867, año en el que el jardinero Juan Vázquez los convirtió en referencia de varios sectores de los jardines del Real Sitio de San Ildefonso, como el parterre de Andrómeda o la plaza llamada del Medio Punto o de la Alameda.

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Cedro del Himalaya en la plaza del Medio Punto, San Ildefonso. Por su grosor pudo ser el primero que se plantó en el Real Sitio ; la multiplicidad de sus troncos lo convierten en uno de los ejemplares botánicos más singulares de toda la provincia de Segovia.

El cedro crece de forma espontánea en tres lugares de la tierra:

Uno es la cordillera del Himalaya, hábitat del Cedrus deodara, caracterizado por un imponente volumen cónico al que sirve de contrapunto la tendencia a inclinarse hacia el suelo de sus ramillos, defensa natural para evitar que el peso de las nieves, tan abundantes en al gran cordillera, desgaje sus ramas. Algo que no siempre logra como los paseantes segovianos habrán podido comprobar viendo los destrozos que las recientes nevadas del día seis de este mes de enero han causado en algunos de ellos, como los de los jardinillos de San Roque.

Otro está en los montes Líbano, centro de dispersión del Cedrus libani, árbol no menos majestuoso que el anterior, de resonancias bíblicas y que sabemos fue buscado por los faraones egipcios para construir barcos y labrar sarcófagos. Tiene una silueta espectacular, con un tronco grueso del que salen las potentes ramas, primero formando ángulo y luego extendiéndose paralelas al suelo.

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Cedro del Atlas en el parterre de Andrómeda. Es un ejemplar de la variedad glauca, que acentúa el color azulado de sus acículas.

Y el tercero es el macizo del Atlas, de donde procede el Cedrus atlantica que, para adaptarse a un medio más seco, evolucionó hasta conseguir una ramificación menos densa y una acículas más cortas que las de las otras dos especies; y de distinto color ya que no lo tienen verde oscuro sino verde azulenco, propio de árboles que nacen y crecen en medios áridos, acentuado en la variedad glauca, una joya obtenida por botánicos y viveristas.

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Ejemplar de Cedrus x libanotica Link en los jardinillos de San Roque. La fotografía, reciente, muestra los daños causados en él por las últimas nevadas.

Se hibridan entre sí, especialmente deodara y libani, y como esto crea dificultades para su identificación y definición, para los árboles resultantes se ha acuñado la denominación Cedrus x libanotica Link, bastante complicada para nosotros, los profanos.

Los dejamos entrando en La Granja de San Ildefonso por iniciativa del Real Patrimonio y desarrollándose allí con galanura. Desde San Ildefonso pasaron a Segovia, posiblemente por una doble vía: peticiones del ayuntamiento de la ciudad, que las hacía y hasta quedaron documentadas algunas como las de plátanos y castaños para la plaza de la Merced hecha en 1843 o la de una wellingtonia -por tal nombre se conocía entonces a la secuoya- que se pidió para el Jardín Botánico en 1872; o la actuación directa de Joaquín María de Castellarnau, ingeniero de montes de la Real Casa con destino en el Real Sitio.

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Cedro Castellarnau

Cedro del Himalaya en el jardín que fue de Joaquín  María de Castellarnau visto en fotografía antigua, acaso hecha por él mismo, con el ejemplar joven en día de nevada y en fotografía reciente.

Castellarnau cesó en su puesto el año 1883, pasó a vivir en Segovia, a una casa con jardín en el que plantó un cedro, del que conocemos una imagen porque él mismo  lo fotografió a poco de plantarlo. En la actualidad es perfectamente visible ya que sus ramas rebasan las tapias del jardín y se montan sobre un sector de la muralla, en el tramo de ésta comprendido entre el Salón y el arco del Socorro.

Aunque no hay documentos que fijen fechas indiscutibles todo apunta a que la introducción de cedros se hizo en el último cuarto del siglo XIX.

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Cedro del jardín de la Merced. Espectacular con su tronco, de unos 5,5 metros de perímetro, pero no tanto por su asimétrico ramaje o por su copa que empieza a aparasolarse. 

Marcelo Laínez, director de arbolado del Ayuntamiento fue autor de una relación de árboles que había en los jardines y paseos del municipio, fechada en 1880. En ella sólo aparece un cedro que ha de ser, sin duda, el de la plaza de la Merced, ejemplar imponente sobre el que circula la leyenda de que fue plantado por la reina Isabel II, algo imposible pues ya había sido destronada.

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Cedro Quintanilla

La silueta de uno de los cedros del patio del Instituto Mariano Quintanilla aparece como fondo en una caricatura pintada en 1880. A la derecha el mismo cedro fotografiado en 1996.

Y en una caricatura que Julián Martínez del Peral hizo a Mariano Aguas Monreal, profesor de Historia Natural en el entonces Instituto General y Técnico entre los años 1879 y 1881, detrás del caricaturizado alcanzamos a ver la inconfundible silueta de un cedro del Himalaya de pocos años.

Luego, pero con poca diferencia de años dado el semejante grosor de los troncos, vendrían otros aunque pocos, quizá porque costaran caros para aquella época lo que les ponía fuera del alcance de quienes no fueran burgueses acomodados, aristócratas o instituciones.

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Cedro, tan ancho como un seto, del jardín que fue de Ezequiel González. y cedro del jardín del magnolio en la Academia de Artillería. Las fotografías, hechas a diferente distancia no permiten apreciar el grosor del segundo, pero son prácticamente iguales, en diámetro de tronco y en altura.

A este esquema, al menos, responde lo que nos ha llegado de aquella época en Segovia capital: Ezequiel González plantó un cedro en el jardín de su palacete de la calle Ochoa Ondategui; el Marqués de Santa Eulalia otro en el de su casa del barrio de San Millán; la Academia de Artillería otro en el llamado jardín del Magnolio y el Ayuntamiento de la ciudad, dos en los jardinillos de San Roque.

Pocos, verdaderamente. Sería por el precio, como ya he indicado, o porque no se imaginaban ni la longevidad que estos árboles podrían alcanzar ni los rasgos de elegancia y magnificencia que les caracteriza. Mi consejo: planten cedros pero eso sí, sólo quienes tengan un jardín grande.

6 Comments

  1. Don Juan Manuel. Me gustaría contactar con usted para dos cosa de interés. 1º para comentar sobre la tala de un cedro centenario en la Urbanización El Parque del Real Sitio de San Ildefonso. 2º para que me ayude a identificar unas fotos supuestamente de Emiliano Barral. ¿podría indicarme su correo,; ahí le dejo el mío. espero ansioso su respuesta. Gracias. Manuel .

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